Rendición
- infopatyence
- 17 jul 2021
- 3 Min. de lectura
Vivimos tiempos convulsos, tremendamente desestabilizadores, tiempos donde reina el sinsentido, la incertidumbre, el miedo y la confusión.
Todos tratamos de entender lo que está ocurriendo, de colocarnos dentro de nuestra realidad, pero esta se tambalea...
Vivimos tiempos revueltos, donde todo aquello con lo que me identifico, todo aquello que me da seguridad, amenaza con venirse abajo, con destruirse, con desaparecer...
Y trato a veces a la desesperada de controlar lo incontrolable, de sostener lo insostenible y de luchar contra lo impredecible...
Me enfrasco en conversaciones sin sentido, tratando de que los demás vean, entiendan y compartan mi punto de vista, mi forma totalmente respetable pero totalmente personal de interpretar la realidad.
Me identifico con lo que pienso, sin atreverme a ir más allá... Una y otra vez le doy el poder a mis procesos mentales, a mi perspectiva personal, sin darme cuenta de que no soy lo que Pienso, si no que soy el ser Pensante, el que tiene la capacidad de generar pensamientos ocurrentes, novedosos, inspirados e impredecibles...
Pero estoy tan acostumbrada a moverme desde mi mente racional, esa mente que me cuenta siempre lo que quiero oír, porque vivo enganchada al discurso que yo misma me cuento, vivo enclaustrada en mi parcela, en mi zona de confort, que abrirme a la posibilidad de estar equivocada, me parece aterrador.
Yo tengo la capacidad de abandonar mi visión y acercarme a la de otros, abrirme a comprender, a acercar posturas a conectarme...Pero no la utilizo, prefiero enfrascarme en luchas de poder, peleo por la razón.
Yo estoy en lo cierto, el otro se equivoca, defiendo mi territorio mental como si me fuera la vida en ello... ¿En qué momento mi mente racional se apodero de mi...? ¿En qué momento le di el poder y me convertí en su sirviente...?
Y aquí lanzo una pregunta: ¿Quién soy sin mis pensamientos? ¿Quién sin mis estructuras mentales? Quien soy yo si abandono la rigidez mental en la que me muevo, esa que me lleva a juzgar, a diferenciar, a decidir lo que es aceptable y lo que no. Lo que es cierto y lo que no. Lo que es bueno y lo que no. Esa que me lleva a diferenciarme, a crear separación.
Sin atreverme a mirar lo confundida que estoy, lo perdida que me siento y lo real y contundente de mi ignorancia...
Si me atrevo a parar a dejar mis pensamientos de lado y a escucharme podré oír una voz que resuena en mi interior como una especie de mantra, una letanía que quiere hacerse un hueco y que dice: No sé quién soy, no sé quién soy...
Abrirme a la posibilidad de no saber quién soy me resulta tan tremendamente aterradora, que me paso la vida buscando una identidad una estructura que me de contenido y continente y me aferro a ella aunque me cueste la vida o la salud.
No saber quién soy me sitúa ante un abismo, en realidad un mundo de posibilidades, pero no las exploro no las utilizo, porque para ello tengo que abandonar aquello con lo que me identifico, mis pensamientos, mis etiquetas, mis interpretaciones...
Nos aterra lanzarnos a lo desconocido y lo cierto es que somos auténticos desconocidos para nosotros mismos.
No nos damos cuenta de que a este Planeta hemos venido a conocernos, a descubrirnos, a ir más allá de mis limitaciones, a trascender mis creencias a descubrir mis talentos a conectar con mi Ser, con mi esencia...
Con ese lugar sagrado donde me reconozco, donde me nutro, donde me regenero, donde me siento a salvo, ese lugar interno donde nada externo puede perturbarme...
Cuando traspaso mis barreras mentales descubro mi Verdad, esa que no necesita ser demostrada, esa que no necesito defender porque vibra, porque tiene vida propia, porque llega, porque resuena, porque es nutritiva e inclusiva.
Mis pensamientos no son ciertos ni dejan de serlo, son un acto creativo, desde donde me construyo una identidad, pero puedo deconstruirlos, puedo dejar que se desvanezcan y comenzar de cero...
La mente no es rígida, es plástica, permeable, instintiva, perceptiva, intuitiva y tremendamente creativa, puedo aprovechar todo su potencial o quedarme anclada, anquilosada en mis patrones en mis creencias que ya no me contienen, que me aprisionan, que me ahogan, que me asfixian, porque necesito de manera imperativa crecer y evolucionar hacia un estadio superior de mí misma, hacia una versión renovada más coherente y real con mi propia naturaleza.
Por eso la Vida se ha vuelto inestable, incierta, convulsa, en algunos casos asfixiante, en otros deprimente o tremendamente amenazadora.
Porque ha llegado el momento de destruir mi estructura interna, ha llegado el momento de sumergirme en mis profundidades, de lidiar con mis fantasmas, de descubrir mis monstruos y dejar de proyectarlos, dejar de posponer lo inevitable... para rendirme a
"La Maravillosa Experiencia de Estar Viva..."
Comments